martes, 3 de abril de 2012

Crítica - Vivir para siempre


¿Por qué se tienen que morir los niños?

“Vivir para siempre” cuenta la historia de Sam, un niño de doce años que padece leucemia y con poco tiempo de vida. Con su amigo Félix, en la misma situación que él, decide cumplir deseos antes de morir, deseos relacionados con una adolescencia que no podrá vivir. También escribirá un diario y hará vídeos para, como dice el título, vivir para siempre.

Gustavo Ron, el director, adapta una novela de Sally Nichols encarando con valentía no caer en los tópicos de este tipo de películas. El resultado no es para nada un melodrama lacrimógeno y sensiblero, sino que logra equilibrar todas las emociones del filme de forma agradable, optimista y amena de ver. No es una película dura e intensa, cargada de emociones, ni tampoco es una comedia banal que no se toma en serio el tema que trata. Se muestra un sentimiento sincero, sin caer en moralejas ñoñas ni pretenciosos discursos sobre la muerte.

El mayor acierto de “Vivir para siempre” es la naturalidad con la que los niños sienten curiosidad por el mundo que les rodea, buscando respuesta a sus inquietudes existenciales. Y esas preguntas sin respuesta son las que estructuran el relato a través de escenas medio oníricas, medio explicativas, hechas con recortes de papel y las escenas del vídeo-diario narradas en primera persona. Es magnífico, y a la vez paradójico, ver cómo la enfermedad y el sufrimiento es lo que fortalece a esta pareja de protagonistas.

Sin embargo, la película no es redonda. Tiene pequeños baches como el cambio repentino del padre, al principio distante ante la enfermedad de su hijo y que luego se vuelve más próximo. Tampoco la relación con otros personajes secundarios, como la prima de Félix está perfecta. En general, se podría decir que no logra emocionar todo lo que debiese debido a que los personajes secundarios son bastante más esquemáticos que el dúo protagonista. Pero el fallo más evidente tiene lugar en la estructura. Más o menos te puedes imaginar cómo acaba, y si añadimos a eso la ausencia de giros muy marcados, nos encontramos con una historia muy lineal.

Pero eso no quita el resultado final del filme: un buen guión que explora la inocencia de un niño con una enfermedad terminal viendo su parte más dura, pero sin prescindir de ese tono divertido y, a veces irónico, que suele tener el punto de vista de los niños. En definitiva: buen gusto, naturalidad y amabilidad ante un tema tan serio como es la muerte.

Escrita por Andoni Garrido Fernández


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