martes, 28 de abril de 2009

Práctica de CIE 7: Momento más feliz (600 palabras)

A lo largo de mi existencia he tenido muchos momentos de felicidad; sin embargo, hay uno que, en mi opinión, ha marcado un antes y un después en mi vida. Voy a relatar cómo conocí a Sandra Cobo.

Todo sucedió hace tiempo, en una época de la que no guardo un buen recuerdo, una época en la que me sentía tremendamente solo porque apenas salía con nadie. Mis amigos se dedicaban a ir a bares y a discotecas y a mí eso no me gustaba, me aburría mucho. Entonces estaba aislado, en mi casa, con mucho tiempo libre. Lo cierto es que no me arrepiento ya que fue en esa época donde empecé a escribir cuentos y a desarrollar mi creatividad a costa de sumirme en un ostracismo autoimpuesto.

La primera vez que la vi fue en abril; nos presentó una amiga común por Messenger y, desde la primera conversación, sentimos que nos conocíamos desde siempre. Fue una sensación extraña. Bueno, en realidad, al principio pensé que ella era una chica bastante rara, y ella pensó igual de mí. Pronto descubrimos que éramos personas muy parecidas -es decir, frikis- y con los mismos problemas sociales: ella tenía amigas con las que no quería estar, por esta razón salía poco de casa y también se aburría de su rutina diaria. Ambos hablábamos prácticamente a todas horas vía Internet y, lo más raro de todo era que no nos hastiábamos de charlar. Nos pasábamos todo el rato contándonos cosas nuevas. Era un aspecto que me gustaba de ella: no se comportaba como los demás, siempre teníamos algo interesante de qué departir o, si no resultaba interesante, al menos entretenido. No tenía nada que ver con rodearme de mis compañeros del colegio, cuya historia diaria era la borrachera que habían pillado el sábado anterior.

Un día nos aventuramos a quedar en solitario, sin intermediarios, y, aunque al principio hubiese algo de timidez, pronto comenzamos a platicar de nuestra vida íntima y de nuestros problemas en general, además con la total confianza. También conversábamos de cosas intrascendentes como la cultura japonesa que tanto le gusta a ella o sobre mis historias de miedo y ciencia-ficción que tanto me caracterizan. Incluso, sin apenas conocernos, empezamos a hacer planes de futuro como rodar un corto en Noja sobre la corrupción inmobiliaria. De hecho, una vez no hace mucho, tratamos de hacer uno que no salió muy bien; pero eso ya es otra historia.

Durante ese verano no paramos de salir, estábamos todos los días juntos, siempre hablando y contándonos cosas. Nunca, en todo el tiempo que llevaba en este planeta, había conectado tan bien con una persona y eso hizo que pasara de una existencia tediosa, sin apenas nada que hacer, a otra con algo más, alguien con quien podía compartir muchas cosas, entre ellas mis sentimientos. Antes éramos dos personas bastante introvertidas, pero todo eso cambió, aprendimos a relacionarnos con la gente y eso hizo que diéramos un paso más hacia delante.

Si no la hubiese conocido, mi vida sería radicalmente distinta. No logro imaginar lo que hubiera pasado, sería horrible. Me alegro mucho de tenerla a mi lado, es una gran ayuda. Todo el mundo cree que somos novios porque es difícil que estemos un par de días separados; sin embargo, no lo somos. Lo nuestro es amistad, una amistad muy profunda, inalterable con el tiempo. Ya han pasado dos años desde que nos presentaron, pero parece que ha sido una eternidad llena de momentos divertidos y entrañables. Esperemos que siga así mucho tiempo.

viernes, 17 de abril de 2009

Getxoparty

Nuestra querida amiga Iraia creó el término y propuso la idea tiempo atrás. Creó gran expectación afirmando que sería la fiesta del siglo. Pues bien, no lo fue; pero, aun así, nos lo pasamos muy bien. El plan empezó el miércoles 15 de abril de 2009, a las 12 de la mañana. A esa hora, quizá un poco más pronto, me levanté de la cama y tras desayunar con tranquilidad fui a reunirme con Sandra, y luego con Iraia a la estación de autobuses. Allí estuvimos esperando, no mucho tiempo, a Álex y a Ane, su novia. El plan era dejar las maletas en mi casa e ir a visitar Bilbao. El tiempo acompañaba en las primeras horas de la visita, luego fue cambiando poco a poco mientras las negras nubes del horizonte se acercaban para hacernos sacar los paraguas.

Salimos de mi casita y fuimos hacia la ría a través de Indautxu. Pasamos por el parque homónimo y luego llegamos al Parque de los Patos, o de doña Casilda. El recorrido fue marcado prácticamente por el paseo de la ría, ya que es lo más turístico de Bilbao, por no decir lo único turístico de Bilbao. Llegados al Gugenheim decidimos ir directos al HDH para comer algo y para guarecernos de la suave lluvia que caía, pero que se veía que iba a empeorar. Así es Bilbao, por la mañana hace mucho sol, por la tarde jarrea: tormenta, granizo, lo que sea.

Como no podía ser de otra manera, llevamos a nuestros amigos a comer al Hot Dog House, lugar donde llevamos a todos con quien salimos. Nos deberían hacer descuento o algo por la publicidad que le estamos haciendo al local. Qué lástima que estos no probaran las tortitas con sirope de arce... Tras la comida dimos un poco más de vuelta a Bilbao llegando al Casco Viejo y otros sitios de interés para luego volver a mi casa, recoger las cosas y ponerse rumbo a Getxo sobre las seis.
El trayecto en metro fue largo, y más lo fue el camino de la estación a la casa de Iraia; y lo que nos quedaba. Una vez en su casa nos acomodamos y decidimos ir al Artea a comprar provisiones. Iraia nos llevó en su coche y pudimos comprobar que no conducía tan mal. Aun así íbamos todos con los cinturones de seguridad abrochados, por si acaso. En el eroski compramos muchas cosas, pero creo que lo que más sensación causó fue el Malibú, sobre todo a Iraia. Volvimos a Getxo y allí estuvimos casi todo el resto de la tarde jugando a la Wii. El Wii Sports fue divertido: jugamos al tenis, al los bolos, al golf... Lo del golf fue lo más divertido: yo y Álex empatamos en la primera posición, Sandra quedó cerca y, sin embargo, Iraia quedó atrás del todo, muy atrás. Se ve que los deportes no son lo suyo, al menos en la Wii. Se pasó casi toda la noche diciendo “mierda” y maldiciendo a la Wii.
Llegó la hora de cenar y atacamos la tortilla de patata y el bizcocho que había hecho mi madre. Álex preparó unas gulas del eroski que tardaron mil años en descongelarse. Hubo que descongelarlas manualmente porque con el microondas no había manera. De todas formas, le salieron bien y no sobraron muchas. Luego llegó el turno del Malibú con zumo de piña. Iraia ya empezó a ponerse borracha desde el primer sorbo, como en nuestra primera salida. Lo mejor fue su papel de cuidadora de su hermano pequeño, dándole alcohol. Como babysitter no tiene precio. Luego fuimos al cuarto a ver el GRAN VÍDEO DE NUESTROS MEJORES MOMENTOS. A ver si puedo subirlo. Y, tras verlo, estuvimos una o dos horas viendo vídeos graciosos en Youtube, eso sí, a un volumen ínfimo para no llamar la atención a los vecinos que, según Iraia borracha, estaban golpeando con una escoba al techo. Iraia borracha empezó a decir que lo pusiésemos todo bajito (yo apenas oía los vídeos) y así se convirtió todo en una FIESTA DE LOS SUSURROS. Lo raro es que Iraia borracha hablaba más alto que los vídeos y hacía mucho ruido; se pasó un tiempo largo hablando de que “en ocasiones veía y oía vecinos”, y luego sobre Asier, su novio imaginario. La fiesta de los susurros acabó con todos durmiendo. Yo y Sandra en el salón, en un colchón; Álex y Ane arriba, justo debajo de un tragaluz; e Iraia, en su cuarto.
A la mañana siguiente hacía un día radiante, muy soleado, y decidimos salir al exterior para visitar Getxo. Anduvimos tanto que daba la sensación de que Getxo era grande. Iraia nos guiaba exlicándonos con todo lujo de detalles que era cada cosa. Estuvimos en la playa y en el puerto deportivo, viendo yates y barquitos. Tanta caminata nos abrió el apetito y volvimos para la hora de comer, es decir, para las cuatro más o menos. Y, una vez allí, estuvimos una hora jugando al Mario Kart y al Smash Bros en la Wii así que no comimos hasta más tarde. Después de comer tocó recoger las cosas y volver a Bilbao, no sin antes ver el famoso molino del que Iraia hablaba en una de sus prácticas de CIE. Allí dejamos en el autobús a Álex y a Ane y luego nos despedimos de Iraia. Yo dejé en casa a Sandra y, cuando llegé a la mía, caí rendido en el sofá. Aunque Iraia no nos dejaba hacer mucho ruido porque había vecinos, nos lo pasamos bastante bien. Fue una aventura divertida, y más con Iraia borracha, que dice muchas tonterías. Llevabamos bastante tiempo queriendo volver a verla en ese estado, y no decepcionó a sus fans.

martes, 14 de abril de 2009

Los mejores momentos en la fCom (1º semestre)

Este curradísmo video que me he currado (dos veces currao) es una recopilación de fotos de estos cinco meses que llevamos en la Universidad de Navarra. ¡Disfrutadlo!

www.Tu.tv

AVISO: la contraseña para ver el vídeo es "caca".

Un abrazo a todos, no sería lo mismo sin vosotros (sería mejor xD)

Lista de canciones:

Sarabande - Heandel; You really got me - The Kinks; Hush - Deep Purple; The passenger - Iggy Pop; Walk of life - Dire Straits; Ruby - Kaiser Chiefs; Sweet Louisiana Sound - Billy Pilgrim

viernes, 10 de abril de 2009

Práctica de CIE 6: Descripción de una escena (600 palabras)

La puerta de cristal se abrió de repente provocando que un viento frío recorriese el restaurante. La corriente hizo que se cayera un menú de una de las mesas. El ocupado camarero, apodado Patoso por su condición humana, lo recogió del suelo y lo puso en su sitio. La negra carta no tenía nada de especial, era una simple lista de hamburguesas y de perritos calientes.

No es que fuese un local muy grande, apenas había sillas para quince comensales sin contar con los taburetes de la barra. Tenía una curiosa forma de L: en uno de sus extremos estaba la entrada y, en el otro, el carrito de las salsas. Y es que estas salsas eran lo que le daba el toque especial al lugar. Un buen restaurante debe distinguirse de los demás, destacar por algo; éste resaltaba por su gran variedad de salsas.

Sus paredes eran de un color amarillo claro, atravesadas por varias cenefas de madera azul. La barra se componía de adornos metálicos que le daban un aspecto brillante y moderno, aunque los mencionados taburetes parecían de los años setenta. Tras la barra se amontonaban de manera ordenada docenas de botellas de distintas bebidas. Pero lo más moderno del local, sin lugar a dudas, era la televisión de plasma que colgaba sobre la puerta del baño.

El camarero patoso estaba preparando las mesas para los próximos clientes, mientras Ed, el jefe, limpiaba la barra y le daba el aspecto más lujoso posible. Era un hombre simpático que te atendía entre bromas y chistes; incluso, para hacer la gracia, tenía colgado en la entrada del local un diploma que certificaba su doctorado en perritos calientes. Doctorado o no, sabía muchos trucos culinarios. Por ejemplo, si querías, te explicaba cómo conseguir distintos sabores combinando las diferentes salsas. Su barba de color castaño le daba la apariencia de una persona más mayor de lo que era.

Un travieso vaso trató de desafiar las leyes de la gravedad impuestas por Einstein y acabó fracturado en mil pedazos. La culpa había sido de Patoso, donde, una vez más, ponía de manifiesto su cualidad más característica. “¡Ya van tres vasos en lo que va de día!”, le regañaba Ed, disgustado. El pobre chaval se quedó inmóvil, con la cabeza gacha. Después de que el jefe le echase la bronca fue tras la barra a coger una escoba para recoger el desastre que había armado.
De la cocina salió la cocinera, una chica de unos treinta años que, por sus pintas, parecía que iba a empezar a rapear sobre una de las mesas. Eso sería posible si no estuviese embarazada. Era una versión adulta de Juno. Se movía con lentitud entre las mesas y con poco esfuerzo se subió a uno de los taburetes. De allí cogió un bolígrafo y se puso a hacer crucigramas. Era evidente que aún no habían tenido clientes ya que su delantal estaba impoluto.

Ed cogió los grandes manteles de papel color granate y los fue colocando en sendas mesas. Por las paredes del restaurante se podían ver varios cuadros que mostraban, en distintas épocas, fotografías o carteles relacionados con el ámbito de la comida rápida. La verdad, aquél era un lugar de comida rápida, pero no podías irte de él con celeridad, al menos no sin probar sus sabrosas tortitas con el exquisito sirope de arce por encima.

Los primeros clientes llegaron, quizá atraídos por el dulce olor del sirope. Se acercaron a la barra dispuestos a disfrutar con estos camareros y, sobre todo, de la comida que iban a recibir. Bon appétit.